16 de marzo de 2009

Había una Vez…

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A todos los niños que somos

Introducción

Gracias a la antropóloga Ana Albornoz, tuve la oportunidad de acceder a las tradiciones, costumbres y creencias del pueblo patagónico más estereotipado, el Tehuelche. Sus leyendas y tradiciones han permanecido olvidadas por los blancos, quizá debido a su desaparición. Es costumbre entre nosotros tildar a este pueblo –y en general a todos los indígenas- como salvaje, debido seguramente a que los blancos nos consideramos "superiores" a los demás grupos raciales. O también a la creencia de que cuando un pueblo se dedicaba a vivir exclusivamente de la caza deambulando y evitando la vida sedentaria, sólo podía ofrecer un escaso nivel cultural y espiritual.

Sin embargo, el desarrollo espiritual de los Chónek o Tehuelches del sur, pese a ser casi desconocido, contiene una extraordinaria riqueza de matices, que se ve reflejada en sus mitos y tradiciones, ubicándolos por encima del nivel hasta hoy conocido en relación con otros grupos indígenas, en particular debido a que estas tradiciones en nada se emparentan con el resto de las culturas aborígenes argentinas, las que llevan la impronta de lugares tan lejanos a nosotros como el Altiplano, el Pacífico o la Amazonia.

Si bien fueron escritas para un público de 9 a 13 años de edad, su contenido tan fresco es de muy fácil lectura y disfrute.

Primeros Patagónicos

LA PATAGONIA

y sus PRIMEROS HABITANTES

Con el propósito de orientar e informar al lector sobre estas leyendas tehuelches, se mencionan algunos rasgos distintivos del pueblo Tehuelche, así como también, de los demás grupos raciales que ocuparon el sur argentino.

Al extremo austral del continente americano llegaron en primer lugar los Yananas o Yaganes y los Alakalufes, quienes permanecieron en la porción insular de la Patagonia meridional.

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El grupo racial más conocido y extendido que ocupó la estepa patagónica, lo constituyeron los Pámpidos, cuyos representantes etnográficos fueron los Tehuelches o Patagones, de quienes se hablará en detalle.

Un tercer grupo, integrado por los Láguidos, se ubicó en la desembocadura del Río Negro, en las cercanías de la actual Viedma.

Por último, y distribuyéndose en el área cordillerana patagónica, llegaron los Andidos, siendo su representante etnográfico más difundido el Mapuche.

Para nosotros, los nativos más representativos de la Pampa y particularmente de la Patagonia fueron los Tehuelches o Patagones, que asombraron a los primeros colonizadores y exploradores, por su porte y estatura. Estos nativos del extremo sur se llamaban a sí mismos CHONEK, que quiere decir "Nosotros los Hombres".

Los Tehuelches habitaban mayoritariamente desde el Río Colorado hasta el Estrecho de Magallanes.

Llegaron en época muy temprana al extremo austral de América, y fueron contemporáneos de los Fuéguidos. Se estima que su arribo a la Patagonia fue hace 13.000 años. Tanto los Fuéguidos como los Tehuelches se mezclaron hace unos 11.000 años y dieron origen a un nuevo grupo, los Onas, que ocuparon la Isla Grande de Tierra del Fuego.

El grupo racial de los Patagones estaba integrado por dos grandes etnias, a las que los antropólogos llaman Tehuelches Septentrionales y Tehuelches Meridionales.

Para el siglo XVI -según Casamiquela-, los primeros se distribuían desde el Río Colorado hasta el Río Chubut y los segundos lo hacían desde ahí hasta el Estrecho de Magallanes.

Hay mucho para contar en relación a los Chónek o Tehuelches, sin embargo, sólo se dará una breve reseña de sus características.

Como se indicó, ocupaban la porción continental de la Patagonia.

Originalmente conformaban bandas que, con el paso del tiempo, llegaron a una mayor complejidad al existir jefes de escaso poder, elegidos entre los más valientes y mejores oradores. Con la llegada de los Mapuches, desarrollaron plenamente el nivel de tribu.

Eran de estatura alta y corpulenta; contextura fuerte, esqueleto macizo y de formas corporales armoniosas y bien desarrolladas.

Su economía estaba basada .principalmente en la caza del guanaco y el choique o ñandú, además recolectaban raíces, semillas silvestres y bayas.

Cazaban disfrazados con plumas de choique, o se valían de señuelos, que casi siempre eran pequeños guanacos amaestrados. Los perros ayudaban.clip_image002

Utilizaban como armas el arco y las flechas, cuyas puntas portaban en el pelo; las boleadoras formaban parte de su armamento, a la llegada del caballo. Hicieron uso del lazo y de la honda.

Como vestimenta aprovechaban el cuero de guanaco, el que cosían con tendones del mismo animal. Los hombres se cubrían con un taparrabos y las mujeres con un delantal. Usaban bincha y se pintaban la cara. Hay indicios de que conocían el tatuaje.

Para guarecerse utilizaban el toldo portátil. Eran palos con horquetas y travesaños que luego se cubrían con un toldo hecho con pieles de guanaco.

Las mujeres eran las encargadas de transportarlo y erguirlo.

Fabricaban instrumentos en piedra y en cuero.

Con respecto al arte, los Chónek se expresaban a través de grabados en placas de piedra y de pinturas rupestres. Poseían cancioneros de jactancia y de linaje.

Se casaban. El matrimonio era de base monógama y existía el levirato, por el cual, al morir el esposo, la viuda tenía derecho a reclamar un nuevo marido que debía ser hermano del fallecido.

El matrimonio se efectuaba por la compra de la novia; por ella se pagaba con cuentas, mantos y caballos. Este "pago" no implicaba tener total derecho sobre la mujer, pero servía como futuro patrimonio de los hijos de ese matrimonio.

Ciclo Cosmogónico

KARLEM-SHENIK

...0 ANTES DE QUE NACIERA ELAL

En el principio de los tiempos nada existía: ni la luz, ni el Sol, ni el agua, ni la tierra. Únicamente reinaba una niebla oscura, fría y húmeda. Pero allá, muy lejos, donde ahora se une el cielo con el mar, vivía un Ser muy poderoso que existió siempre: Kóoch.

Kóoch pasó un largo período sin hacer nada, hasta que decidió terminar con su inactividad y dio comienzo a la creación.

Al sentir la terrible soledad que lo rodeaba, Kóoch se entregó al llanto inconsolable. Lloró durante muchísimo tiempo, tanto, que es imposible calcularlo. De las lágrimas que brotaban de sus ojos nació el mar primitivo, llamado Arrok. Ante el dolor de sus ojos y viendo que el agua seguía en constante aumento, hizo un esfuerzo y detuvo el llanto, dando un profundo suspiro. Nació entonces otro elemento de la naturaleza: Xóshem, el Viento.

Ya más calmado, situado en medio del agua y rodeado de oscuridad, Kóoch sintió un profundo deseo de contemplar lo que allí había. Se movió en el espacio, intentando en vano ver con claridad aquello; sus esfuerzos fueron inútiles, nada podía ver. Decidido a terminar con la Oscuridad, Kóoch alzó una mano, rasgando las tinieblas con sus dedos. En ese instante de eternidad, originó una chispa luminosa muy grande que siguió el movimiento de la mano que la creó. Esa chispa es Xáleshen, el Sol, que iluminó aquel fantástico escenario. Mientras el Sol despertaba a la vida, el Viento se encargaba de empujar a la Oscuridad hacia los confines del universo.

clip_image002El Sol creó a las Nubes, que flotaron sobre el mar.

El Viento se divertía con ellas, arrastrándolas a su antojo. Las Nubes protestaban con truenos y amenazantes relámpagos. Las protestas constantes de las Nubes hicieron que Kóoch ordenara los elementos de la naturaleza que actuaban en aquel mundo sin vida.

Entusiasmado por su creación, Kóoch hizo surgir del seno del mar primitivo un trozo de tierra que creció hasta convertirse en una isla muy grande, la que sirvió de lecho para cobijar a las aves, animales, insectos y peces que a partir de ese instante tuvieron vida y forma; Kóoch estaba satisfecho de su obra.

Para admirar aquella maravilla, el Sol irradiaba luz y calor; las Nubes llevaban la lluvia bendita y el Viento se dedicaba a crear los pastos.

Mientras la vida se desenvolvía en la isla legendaria, Kóoch comprendió que aún faltaba un elemento capaz de atenuar la oscuridad que la envolvía cuando el Sol se ocultaba para descansar. Entonces puso en el cielo a la Luna y la llamó Kéenyenkon. Luego dispuso que la Luna no supiera de la existencia del Sol y que este desconociera la de la Luna. Cuando uno se ocultaba aparecía el otro. Todo iba muy bien hasta que las Nubes decidieron contarle al Sol de la existencia de Kéenyenkon. Gracias a las Nubes que vagaban por el firmamento de noche y de día, el Sol y la Luna hablaron tanto entre sí que ambos astros no pudieron resistir la tentación de verse. A escondidas de Kóoch, el Sol apareció un día más temprano, cuando la Luna aún no se había retirado, y otra vez la Luna se asomó antes de que el Sol se hubiera hundido tras el horizonte. Tanto se acercaron el uno al otro que pronto juntos se ocultaron detrás de las montañas, desobedeciendo las órdenes de su Creador.

Kóoch sabía muy bien por qué no quería dejar su obra a merced de las Tinieblas ni un solo momento. Tons, la Oscuridad, estaba muy resentida con El por haber sido desplazada hacia los confines del universo. Ella, escondida en la Noche, acudía presurosa a envolver a la Isla con su manta fría y húmeda, mientras envidiosa contemplaba a los amantes del espacio infinito: la Luna y el Sol. Cuando aquellos se separaban, la Oscuridad se alejaba de la Isla y esperaba ansiosa la ocasión para unirse con su amante Shorr, el Tiempo. De sus amoríos fueron apareciendo los tres hijos de la Oscuridad: Axshem, Máip y Kélenken.

Entretanto, la vida en la Isla transcurría en una armonía perfecta; el Viento ya no corría a las Nubes, ni estas oscurecían al Sol para defenderse. Los amantes del cielo vivían su eterno romance.

 

II

TEO

LA NUBE QUE SE

CONVIRTIÓ EN MUJER

Tons, la Oscuridad, fue madre de los tres Malos Espíritus de la leyenda, y también de los HoZ-Gok: horrendos gigantes que atemorizaban a los animales habitantes de la Isla. Tons, apenas nacían sus hijos los abandonaba en las montañas; estas eran gigantes mujeres que nacían enfermas: algunas, de noche, escupían fuego y se estremecían cuando Kélenken se metía en ellas. De esta manera, llegaron a la Isla los primeros gigantes de la Oscuridad: Nóshtex y Gosye.

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Cuenta la leyenda que, por aquel entonces, las Nubes que rozaban las montañas se convertían en mujeres preciosas. Las Nubes desafiaban ese hechizo eludiendo los picachos y brincando por sobre las laderas.

Teo, una de esas Nubes, rendida por tanto juego, cierto día se recostó sobre una montaña y se durmió. Esta fue la oportunidad esperada por uno de los gigantes, Nóshtex, para raptar a la Nube dormida y llevarla a su caverna. Teo, ya convertida en mujer, permaneció cautiva durante tres días y tres noches.

Las demás Nubes descubrieron enseguida su ausencia.

En vano, la buscaron por las montañas y el firmamento: nadie sabía dar noticias sobre su destino. Seguras de que su hermana había desaparecido en algún lugar de la Isla, comenzaron a descargar terribles tormentas, causando gran temor y alarma entre los seres que allí vivían. Tres días duró la furia de las Nubes. Al cabo de esos tres días intervino el Sol para calmarlas y les preguntó el motivo de su tremendo enojo. Ellas respondieron que faltaba su hermana Tea y que había desaparecido estando en la Isla; sospechaban que alguno de los gigantes la había robado y la mantenía prisionera en las cavernas.

Como el Sol nada pudo averiguar esa tarde, luego de ocultarse en el horizonte, le informó a Kóoch lo sucedido, ya que las Nubes amenazaban con seguir maltratando a los habitantes de la Isla si no aparecía su hermana.

clip_image004Kóoch regresó de su hogar, al oriente del cielo, y al ver el penoso estado en que se encontraba su obra: los animales aterrados, los ríos desbordados, las aves mojadas y hambrientas, las rocas despeñadas, le prometió al Sol que si la Nube desaparecida tenía un hijo, este sería más poderoso que su padre. Ese mismo amanecer, el Sol les dio la noticia a las Nubes y estas, satisfechas por la promesa, llamaron al Viento y le contaron la novedad. Galopó veloz sobre sus propias ráfagas, hacia la Isla y desparramó la noticia entre los animales, las fieras y los pastizales.

Ciclo Divino

III

...y LLEGA ELAL

A LA ISLA LEGENDARIA

Como el Viento sabía de la existencia de los perversos gigantes, en medio de prolongados silbidos bramó la noticia en la entrada de las cavernas en las que los monstruos se habían refugiado. Así fue como Nóshtex se enteró de que su hijo sería más poderoso que él.

clip_image001La Nube Teo también escuchó la buena nueva y le anunció al gigante que su hijo, el que habría de hacer justicia según la promesa del poderoso Kóoch, ya latía en su vientre. Esta revelación aterrorizó al gigante, quien no sabía cómo alejar ese peligro. Sentado en la entrada de su cueva, meditaba en tanto que Teo dormía, ajena a los terribles proyectos que bullían en la cabeza de Nóshtex.

Hacia el anochecer llegó Máip, uno de los tres Malos Espíritus, arrastrándose entre los matorrales y sopló su aliento helado sobre un pajarillo posado en una rama. El ave cayó muerta, y el gigante al ver eso, resolvió que se desharía de Teo. Antes de morir, el ave puso un huevo, y el gigante se dio cuenta de que aun cuando la Nube muriese, bien podría quedar vivo su hijo. Ya a la luz de la Luna, pasó un zorro y al ver al pajarillo muerto se lo comió de un bocado; husmeando entre los pastizales encontró el huevo y se lo engulló también. El gigante ya sabía qué hacer: mataría a la Nube Teo y devoraría a su propio hijo para terminar con la promesa de Kóoch.

Cuando finalmente el gigante Nóshtex terminó con la vida de Teo, calculó que ya estaba próxima la hora del amanecer, y temiendo que pudiera ser encontrada la madre del niño, decidió arrojarla al cielo. Cumplida la faena, apartó al chico para que se secara y corrió hacia la entrada de la gruta, para arrojar a Teo a los confines del firmamento.

Al revolear el cuerpo sin vida de la Nube Teo, la sangre que aún brotaba de ella salpicó el firmamento y se escurrió hacia el Este. A medida que aumentaba la claridad del día, más rojo se tomaba el amanecer.

Mientras esto sucedía allá afuera, en lo profundo de la cueva un roedor llamado Terr-Werr tomó al niño y lo ocultó en el pequeño agujero donde vivía.

Nóshtex regresó dispuesto a devorarse a su hijo pero por más que lo buscó, la criatura había desaparecido misteriosamente.

Tratando de encontrarlo, el furioso gigante removió la tierra y apisonó con una roca el suelo de la cueva. Escarbaba el piso con las manos, lo abría y sacaba un tierral, por el poder que tenía. Ahuecaba y no encontraba nada; cambiaba de lugar, pero lo único que hallaba eran galerías vacías. En vano siguió el monstruo gritando y sacudiendo la tierra, sólo logró que se le gastaran las manos y los brazos. Ya Elal estaba a salvo, bajo la protección de Terr-Werr.

clip_image003Según los relatos de los ancianos venerables de las tolderías tehuelches, en la Isla Legendaria la magia prosperaba sin límites. De ahí que un roedor llamado Terr-Werr pudo salvarle la vida a Elal y hoy ese ratón es más conocido por su apodo de Tucotuco.

A partir de aquel entonces, Terr-Werr se convirtió en algo así como la "abuela" del niño. En él volcaba todo su cariño y atención, ya que desde hacia tiempo nadie vivía con ella.

Terr-Werr no tardó en darse cuenta de que aquel no era un niño común. A los dos meses de vida ya sabía comer solo y al año, conversaba fluidamente con la "abuela".

Elal crecía con rapidez y a Terr-Werr se le hacía más difícil mantener al niño en la cueva. Tenía que sacarlo de ahí sin que el gigante supiera de su existencia.

 

 

IV

LA OSCURIDAD

VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE

Dos años habían pasado desde que Elal salvó su vida. Cada día la "abuela" notaba cómo se convertía en un fuerte hombrecito que poseía cualidades fuera de lo común: era un ser mágico.

clip_image005A los tres años, Elal salió de la cueva y se encontró con el gigante Nóshtex quien hizo el intento de atraparlo, pero Elal era más rápido y escurridizo que su padre. Temiendo por la vida de su nieto, Terr-Werr actuó rápidamente, clavando sus dientes en uno de los pies del monstruo. Al estremecerse de dolor, este se detuvo para frotarse el pie lastimado. Cuando reaccionó, ya Elal había desaparecido 'de su vista. Nóshtex bramaba su desgracia en lo más profundo de su caverna.

Tanto gritó el gigante que toda la isla tembló.

Tons, la Oscuridad, escuchó los gritos de su hijo y esa misma noche se acercó a la cueva del monstruo. Ella estaba dispuesta a todo con tal de impedir que se cumpliera la promesa del todopoderoso Kóoch. Tons jamás permitiría la victoria de Elal sobre el gigante Nóshtex.

Envueltos en un manto de frío se reunieron los seres malvados de la isla. Estaban Tons, Kélenken y Máip, los Malos Espíritus gemelos y su hermano Axshem; tampoco faltaban Nóshtex y Gosye, los gigantes terribles.

Tons, la madre de todos, distribuyó tareas específicas a cada uno de sus hijos. Kélenken y Máip, como hijos preferidos de la Oscuridad, deberían actuar siempre juntos, uno prepararía el camino para la acción dañina del otro; en tanto que Axshem actuaría solitario, desligado por completo de la acción de sus hermanos gemelos. Por su parte, Gosye, perseguiría sin descanso a Elal, hasta que a Nóshtex le volvieran a crecer sus manos y brazos gastados.

Como la reunión se efectuó en la guarida del gigante, Terr-Werr se enteró de la conspiración, oyendo desde sus galerías las frías palabras de la Oscuridad. Alarmada por lo que allí se decía, decidió llevarse al chico lejos de ahí.

Al amanecer, Tons se alejó presurosa de la isla, dejando a sus hijos para que se deshicieran del niño-dios.

 

V

AQUELLA

MEMORABLE

REUNIÓN

Mientras Elal dormía, su "abuela" no dejaba de imaginar de qué manera lograría eludir los peligros que acechaban a su nieto. Calmando la ansiedad, y a escondidas del gigante, se acercó a la entrada de la cueva y desde ahí clamó al Viento por ayuda. Tuc-tuc... tuc-tuc... tuc, tuc...

clip_image007Presuroso y de un soplido, Xóshem acudió a la presencia del Tucotuco. Enterado por este de los planes de la Oscuridad, el Viento le sugirió que reuniera a los habitantes de la isla a fin de que entre todos hallaran una solución para salvar al niño. El Viento se alejó prometiendo avisar al Chingolo, de modo que juntos pudieran organizar la partida de Elal.

Kíken, el Chingolo, fue el primer colaborador que tuvo el Tucotuco cuando inició las consultas con los demás animalitos y fieras de la isla.

Mientras se dirigía a la laguna del lugar, Terr-Werr le pidió al Chingolo que volara hasta donde estaba nadando el Cisne, y que lo llamara sigilosamente. El sencillo Kíken cumplió eficazmente su misión, con gran alegría de la "abuela" del niño.

Ya en la laguna, Terr-Werr debatió con sus amigos los pasos a seguir para salvar a Elal.

Mucho se habló sobre la mejor manera de esconder a Elal de los peligros que lo acechaban, sin embargo, ninguno de los presentes ofreció una solución que tranquilizara a la afligida "abuela".

El debate se interrumpió con la llegada de Kíus, el Chorlo, quien traía la solución esperada. Sugirió a los asistentes a la asamblea que Elal debía ser llevado a una lejana tierra "cubierta de nieve y hielo". El Chorlo era la única ave que conocía la existencia de aquella tierra. Todos los presentes se alteraron sobremanera ante la ocurrencia de dejar abandonado a su suerte a ese pequeño niño milagroso, en una tierra desconocida y lejana. Surgió entonces la idea de acompañarlo.

En aquella memorable reunión, GoIn, el Puma, fue una de las fieras que rehusó colaborar en la preparación de la fuga de Elal, actitud que imitaron los gatos, por esa razón estos animales fueron considerados como enemigos de todos los seres. Aunque no colaboraron, tampoco entorpecieron la huida.

Terr-Werr dispuso que los animales que quisieran ir con el niño debían estar junto a la laguna a la mañana siguiente, ya que no había tiempo que perder.

El Tucotuco envió a cuatro mensajeros a buscar a las aves que realizarían el vuelo con el pequeño Elal y su "abuela".

 

VI

MENSAJEROS

A LA BÚSQUEDA

WÉKESHKA, EL ZORRINO

El Zorrino fue uno de los elegidos por Terr-Werr, quien lo despachó en procura del Cauquén, al cual debía informarle que el niño mágico ya estaba listo para emprender el viaje y alejarse de la isla.

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Alegre partió el Zorrino, y un gigante, molesto de verlo tan contento lo detuvo para preguntarle los motivos de tanta alegría. Wékeshka, como se llamaba entonces el Zorrino, asustado, tras algunas vacilaciones, sintió miedo al cerrarse la noche y confesó al monstruo los motivos de su contento y la misión que la "abuela" de Elal le había encomendado.

Mientras contaba los pormenores de la fuga proyectada, fue oído por la Lechuza, que acababa de retirarse de la asamblea, disgustada con el Tucotuco por no haberla elegido para llevar al niño divino a su nuevo hogar.

Como Amen, la Lechuza, tenía el privilegio de ver en la oscuridad, al acercarse, distinguió al Zorrino temblando de miedo mientras le contaba al gigante todo lo que estaba por suceder. Amen voló de regreso a la asamblea y comunicó a todos los reunidos los pormenores de la traición del Zorrino Wékeshka. La indignación fue unánime y la condenación terminante.

Apenas Elal se enteró del episodio, el pequeño y hermoso Zorrino fue rodeado de ese insoportable olor que delata su presencia a grandes distancias.

Desde aquel triste episodio todos huyen de él, y por esa causa no tiene un solo amigo.

Arrepentido de su falta, Wékeshka trata de saldar su deuda y por ello, a pesar de su insignificante tamaño, es el único animal que enfrenta al hombre y lo ataca tratando de hacerle llegar su nauseabunda rociada, convencido de que vuelve a encontrarse con un gigante que le intercepta el paso hacia el Cauquén.

VII

MEXEUSH y PÁTENK

O EL CHOIQUE y EL ZORRO

En aquellos momentos cruciales para la vida de Elal, otra ave fue designada para remontar el vuelo junto al legendario héroe: Mexeush, el Choique o Ñandú.

clip_image011Para ubicarlo fue enviado Pátenk, el Zorro.

Por entonces, Mexeush podía volar al igual que el Cóndor y las demás aves. Con alas grandes y poderosas surcaba el cielo con gran belleza. Sin embargo, perdió ese privilegio porque en vez de remontar vuelo cuando el Zorro le avisó que Ella lo aguardaba en la orilla de la laguna, el Choique decidió ir en ayuda del niño utilizando sus piernas en vez de sus alas. Sucedió así porque le tenía miedo a uno de los gigantes que lo observaba.

Elal, molesto, al enterarse de los motivos de su tardanza, le quitó para siempre el privilegio de volar. Era este el castigo impuesto al Choique, por haberse negado a volar cuando la seguridad del héroe lo exigía.

A su vez, el Zorro, que sorteó obstáculos para llevar el mensaje al ave, enterado del fracaso de su misión, se convirtió en el más grande enemigo de Mexeush, el Nandú. De esta manera, el Choique debió cambiar la seguridad del vuelo por la velocidad en la carrera, la resistencia a la fatiga y la habilidad para eludir al enemigo que lo persigue.

Desde aquel episodio, el Zorro y el Nandú son enemigos irreconciliables.

 

VIII

EL PICHE

y EL FLAMENCO

clip_image013Annon, el Piche, fue el cuarto mensajero enviado por la "abuela" del niño para localizar al ave que faltaba: el Flamenco. Pero el Piche no cumplió con su cometido con la rapidez que se necesitaba. Anoon se encontró en el camino con un gigante; al verlo sintió miedo, creyendo que el monstruo lo seguía. Para despistarlo, Anoon fingió husmear la tierra, y ocultándose entre los pastizales consiguió alejarse de su peligroso observador.

Apenas el Piche pudo llegar hasta el Flamenco, este de inmediato remontó el vuelo, pero cuando llegó a la laguna, ya el Cisne había ocupado su lugar y Elal estaba ubicado sobre la espalda del ave.

Tanta fue la tristeza que embargó al fiel Flamenco, que Elal, compadecido de su pena, hizo que las blancas plumas que hasta entonces lucía el ave, adquirieran el color del cielo a la hora del amanecer.

Este privilegio no le quitó al Flamenco su pena, pues desde entonces sigue viviendo solitario y enigmático, oculto en las lagunas lejanas.

IX

KÁPENK-OCH

EL PECHO COLORADO

clip_image015La mañana de la partida, Terr-Werr le encomendó a Kápenkoch, el Pecho Colorado, que distrajera con su canto a un gigante, mientras el niño aguardaba el momento de la partida. El monstruo ordenó callar a la tímida avecilla, pero esta siguió cantando tal cual se lo había ordenado, el Tucotuco, hasta que Elal se alejó lo suficiente.

El gigante, molesto por el hermoso canto del ave, le arrojó una espina que fue a hundirse en medio del pecho del pájaro. Su grito de dolor fue oído por Elal y cuando Kápenk-och llegó a la laguna con el pecho ensangrentado, la divina criatura no sólo curó la terrible herida, sino que también hizo que las plumas del pecho, manchadas de sangre, conservaran para siempre su hermoso color que, desde entonces, lo destaca de las demás avecillas.

La partida de Elal, Terr-Werr y los colaboradores del héroe, comenzaba. Al grito del Cisne, la laguna se estremeció despidiendo para siempre a sus queridos moradores.

“¡¡El-Ha!! ¡¡El-Ha!!", gritaba el cisne Kóokne. Tras él, varias aves y animales abandonaron la Isla Legendaria para poner a salvo al hijo de la Nube y el gigante.

Ciclo Heroico

X

GUEUT USHUA

...0 EL MUNDO DE NOSOTROS

Cuenta esta historia que el Cisne, la más hermosa de las aves de esta tierra, trajo a Elal a la Patagonia siendo este muy pequeño. Kóokne, el Cisne, detuvo su vuelo en la cumbre del majestuoso Chaltén, y Elal descendió de las espaldas del ave, admirado del fantástico panorama que se ofrecía ante su vista. Rodeado de las aves que lo acompañaron en la fuga, estuvo tres días y tres noches contemplando la nueva tierra cubierta de hielo y nieve. Durante esos días, los pajarillos alimentaron al niño y le proporcionaron calor con sus plumas.

Entretanto, en la Isla Legendaria, los perversos de esta leyenda eran enterados por el Cóndor y las aves carroñeras, del nuevo paradero de Elal. Nóshtex, su padre, se dispuso a partir hacia aquella tierra lejana pero fue detenido por su madre, Tons, ya que sabía que el niño divino era mágico, razón más que suficiente para obrar con cautela y perfección.

clip_image002Decidida a todo reunió nuevamente a sus hijos y a cada uno le asignó poderes especiales para enfrentar a Elal. Nóshtex y Gosye recibieron la capacidad de transformarse. Cada uno de los tres Malos Espíritus fue investido con temibles hechizos: Axshem traería el dolor físico en hombres y animales; Máip sería el portador de inquietudes espirituales y de la mala suerte; Kélenken representaría la peste y la desgracia.

Creyéndose invencibles, las creaciones de la Oscuridad partieron en busca de Elal, deseosas de hacer uso de los poderes que su madre les había otorgado.

Máip, el espíritu dañino que mata pajarillos con su aliento helado, se había adelantado a la bandada de aves y merodeaba en los faldeos del Chaltén, aguardando a sus presas.

En un principio Shíe, la Nieve y Kókeske, el Frío, junto con el hielo, se aliaron al perverso Máip, pretendiendo resistir y aniquilar a Elal y sus amigos.

Al tercer día, la divina criatura descendió de la gran torre del Chalten y fue interceptada por el Frío y la Nieve, a quienes ahuyentó, golpeando unas piedras que dieron origen al fuego.

Entretanto, Máip le quitó la vida a muchos pajarillos que acompañaban a Elal, pero cuando la Nieve y el Frío se retiraron, el héroe-niño hizo resucitar a todos ellos.

Temerosos de que Elal le enseñara a las aves a encender el fuego, la Nieve, el Frío y Máip formalizaron un pacto y se alejaron, dejando campo libre a la vida que llegaba a la Patagonia.

Si bien los hielos comenzaban a derretirse, casi no había tierra libre de él. Las aves deseaban instalarse en los valles y le pidieron a Elal que las ayudara.

Decidido a terminar de una buena vez con ese problema, el niño mago inventó el arco y la flecha, ante la mirada incrédula de sus amigos y seguidores. Era preciso retirar el mar y dejar libre el suelo para que en él pudieran vivir todas las criaturas.

El, con el arco, hizo el trabajo de llevar el agua para atrás: tiraba flechas y donde estas tocaban, ahí se secaba; el agua se retiraba por los cañadones. Elal formó el Cañadón de Kamusu Aike, para que bajara la marea. Cuando se retiró el mar, con fuerza, bajó de las lomas altas hacia la playa donde está ahora.

Contentos, los animales y las aves dejaron el Chaltén para poblar la nueva tierra.

Con la ayuda de Elal, Terr-Werr construyó una cueva en donde ambos vivieron hasta que el niño se convirtió en un muchacho fuerte y decidido.

Viéndolo ya grande, la "abuela" estaba dispuesta a decirle la verdad sobre la muerte de su madre, por lo que una tarde se sentó junto al joven y le contó lo que había sucedido en la isla donde había nacido.

Elal estaba al tanto de la verdad y sabía ahora cuál había sido la causa de su huida de la Isla Legendaria, y por qué él era motivo de tanta persecución y de tanto peligro.

 

XI

KAÁSH

PARA EL INVIERNO

Ya grande, Elal se reunió con toda su gente, para ordenar el mundo que habitaban. Esa vez se hizo el invierno que tenemos ahora.

Elal pensó que era mejor que los ocupantes de la Patagonia se pusieran de acuerdo con este asunto. La gente de entonces se reunió en una gran asamblea para ver qué tiempo iban a pedir. Se juntaron la Mara, el Zorro, los Pájaros, el Cisne, el Flamenco, el Chingue, la Tortuga, el Piche, el Chorlo, la Cucaracha, el Puma, el Gato Pajero, el Gato Montés, el Ñandú y el Tucotuco. Los caciques de todos ellos estaban discutiendo, mientras los paisanos escuchaban. Como la cosa iba para largo, Elal, que era el patrón de todos, preguntó:

-¿Quién quiere invierno corto y quién quiere invierno largo?

Los murmullos corrieron entre los presentes y habló primero el Ñandú:

-Esto va a ser lo que tengo acá -comentó, y mostró a los reunidos las marcas de sus patas; eran doce-. ¡Doce lunas tendrá el invierno!

-¿No es mucho? -preguntó Elal-. La gente se va a escarchar; van a morir de hambre.

El silencio fue la única respuesta, por lo que Elal les habló a todos, diciendo:

-Escuchen con atención, y a conformarse con lo que piden. Los voy a dejar por un rato para que lo discutan porque no habrá cambios después.

Él no iba a andar a cada rato ajustando la duración del invierno; tenía otras cosas para hacer. Elal se fue y la discusión siguió.

clip_image004Pujerr, la Mara, estaba ahí sentadita y callada. Como la gente no decía nada, intervino gritando:

-¡Es mucho! ¿Qué vamos a comer? ¡Nos vamos a morir de hambre!

-¡Doce lunas! -repitió el Ñandú.

-¡No, no, es muy largo -gritaba la Mara nerviosa-, es muy largo y no vamos a encontrar nada para comer!

Los demás estaban callados escuchando; sólo ellos dos decidían. Uno pedía doce meses y el otro tres.

La tortuga se animó a hablarle al Ñandú y cuanto más le decía, más porfiaba, poniendo los ojos de loco y pataleando.

De repente, el Ñandú se enojó y le preguntó a la Mara:

-¿Para qué quiere tres lunas usted?

-Yo quiero tres porque con doce lunas sé que no voy a comer nada.

Los otros aguardaban, pensando que no podrían vivir con tantas lunas como estaba pidiendo el Ñandú. Por miedo a él, los animales ya se estaban resignando a un

invierno larguísimo.

La Mara, al ver que los demás no decían nada y que el pajarraco no quería cambiar de idea, desesperada, salió corriendo hacia donde estaba Elal.

El Ñandú se largó a correr a la liebre, tratando de darle pisotones y picotazos. Cuando Elalla vio pasar, le preguntó:

-¿Cuántos meses de invierno quieren finalmente?

-Kaásh (3), tres lunas -gritó la Mara.

-Así será -dijo Elal.

El Ñandú, enfurecido, persiguió a la liebre por el campo. Como los dos corren rápido, se mantenían a buena distancia uno de otro. Cuando la Mara estaba por entrar a su cueva, el Ñandú pegó un brinco y le pisó la cola. La Mara tiró y tiró hasta que la cola se le cortó, quedándole chiquita. Pero la Mara entró en su cueva con los tres meses ganados. Desde adentro se reía asustada.

-No importa mi cola -dijo-, basta con mi vida.

Gracias al valor de la Mara, hoy tenemos tres lunas de invierno y tres de verano.

 

XII

FUEGO DE LEÑA DE

CALAFATE

clip_image006Atesora la leyenda que, la Zorrina, el Gato del Pajonal y el Piche, cacique de ambos, mantenían el fuego. Los tres lo cuidaban gracias a un yuyo que llamaban oukha-ínash. Ellos ponían una piedra cerca del yuyo, la chocaban con otra y ahí saltaba la chispa que prendía la hierba. El fuego más grande era para el Piche; cuando los otros se acercaban para calentarse, este hacía chiquito el fuego y no les dejaba quemar leña en su fogón.

Cierta vez, calentita por el fuego, la joven Zorrina se acercó a otros animales, quienes le pidieron fuego para calentarse y cocinar. La Zorrina no escuchó las súplicas y se pavoneó entre los ateridos.

La vieja Cisne se enfrentó a la recién llegada acusándola de egoísta. Por más que la Zorrina negaba la posesión del fuego, el olor a humo en su piel contradecía sus palabras.

Asustada, la Zorrina corrió a avisarle a su cacique que escondiera el fuego para que los demás animales no pudieran tenerlo.

Presuroso, el Piche tapó la hoguera y se echó encima para que nadie la encontrara. La gente de la toldería le pidió a Elal que interviniera, a fin de que todos pudiesen disfrutar de las bondades del fuego. El héroe tehuelche salió a caminar por el campo y encontró al Piche haciendo fuego tapadito.

La visita a la toldería del Piche parecía casual, aunque este suponía que Elal venía por fuego y no por cortesía.

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La Zorrina y el Gato del Pajonal no salieron de su toldo, por temor a las reacciones de Elal.

Como el Piche poco pudo hacer para esconder el humo que se escapaba del fuego tapado, Elal aprovechó la oportunidad y de buen modo le pidió un poco de carbón quemado.

Este le respondió que nada tenía para darle, mientras nerviosamente soplaba la columna gris, tratando de desvanecerla en el aire.

El héroe de la Patagonia intentó por última vez razonar con el Piche solicitándole un tizón para hacer fuego, para que la gente pudiera calentarse y cocinar. El Piche se negó.

Elal, enojado por la actitud del bicho, lo empujó muy lejos. Y ahí estaba el fuego; carbón quemado de leña de Calafate. Elal se lo llevó a los paisanos, que así pudieron calentarse y comer carne asada.

Cuando Elalle sacó el fuego al Piche, le cruzó el lomo en tiras, por no habérselo querido dar. Por eso tiene ahora esas rayas en el caparazón.

Desde entonces, el Piche se fue al campo y no volvió más junto a los paisanos. El Gato del Pajonal y su amiga la Zorrina huyeron con él.

Hasta hoy, el Piche come hutas y la Zorrina cucarachas.

 

XIII

LA MUERTE

COMO PARTE DE

LA VIDA

Un viejo pasaje de la leyenda que cuenta las peripecias de Elal, relata que cierto día él estaba muy atareado disponiendo y arreglando las cosas de este mundo para que sus habitantes y futuras creaciones pudieran disfrutar y desarrollar sus vidas en la abundancia y la belleza.

Cuando ya estaba casi todo ordenado y en su lugar, Elal regresó del Sol y reunió a todos los animales en gran asamblea. Junto al fogón, el héroe se dirigió a los presentes:

clip_image010-Ya está todo terminado; esta noche quédense tranquilos, acuéstense y no hagan ningún bochinche, que mañana bien temprano voy a venir a darles las indicaciones finales.

-Bueno -dijeron todos-, está bien.

-El que haga algo va a salir mal-profetizó Elal, quien contaba con esa noche para que la gente viviera de siglo en siglo, sin morir jamás.

Las voces de los animales pronunciaban su conformidad para con lo dispuesto por su patrón divino.

-No, qué vamos a hacer esta noche –aseveraban algunos.

-Yo -habló el Lobo Marino- no pienso moverme en toda la noche.

Los demás lo miraron con desconfianza, ya que era muy conocido por las bromas que solía hacerles.

Esa noche, mientras los demás animales dormían tranquilos, el Lobo, con su acostumbrada picardía, despertó a la Loba y la sedujo, rompiendo la promesa hecha a Elal.

A la mañana siguiente, cuando los animales despertaron, advirtieron que la pareja de Lobos Marinos no se levantaba: había muerto. Los paisanos, alterados, se preguntaron por qué.

Al llegar Elal, sentenció:

-Murió porque su deseo fue más fuerte que él, por eso murió; no debió haber seducido a la Loba hasta que yo hubiera terminado de ordenar las cosas para ustedes.

Mientras esto sucedía, la Cucaracha -que andaba contra los demás animales-, le sacó al Lobo el huesito de la garganta para que no volviera a vivir. Si no hubiera sacado ese hueso, Elal podría haberlo hecho vivir otra vez, pero como lo perdió, no pudo salvarlo. La Cucaracha escondió el huesito, ¡quién sabe dónde! No quería que hubiese mucha gente. Tenía miedo de ser pisoteada por los paisanos.

 

XIV

TRES GOLPES PARA

CREARA LOS

CHÓNEK

Elal no creó el universo ni las fieras, en cambio, fue el creador de los Chónek o Tehuelches.

Apenas Elal había logrado organizar el nuevo mundo, creó a los Tehuelches, a los que llamó Chónek. Para ello lanzó tres gritos y dio tres golpes con el pie antes de crear a los hombres y a la selva. Consiguió un poco de barro y le dio forma a dos muñecos: uno parecía un varón y el otro una mujer. Tanto los maleó que consiguió darles sangre y corazón; al fin estaban con vida. Crecieron, y tuvieron hijos y fueron más y más gente.

A los hombres les reveló el secreto del fuego, les brindó las primeras armas, les enseñó el arte de la cclip_image012aza y, como seres creados a su imagen y semejanza, no sólo les proporcionó todo lo necesario para sobrellevar la vida, sino que les inculcó algunos principios de conducta y moral.

Inventados el arco y la flecha, creados el guanaco, la selva y los hombres, Elal les enseñó a construir y a utilizar las armas, incorporándose a los grupos que partían en expediciones de caza.

Gracias a la presencia del guanaco, el pueblo nativo pudo cubrirse y basar su economía y su industria en la caza de ese animal. Elal les enseñó a los paisanos a hacer capas de guanaco, para taparse; les decía: "Saquen el cuero del chulengo y hagan capitas para atárselas al cuerpo, mocasines para los pies y toldos para dormir y guarecerse".

Para coserlos, hacían agujas con cuchillos de piedra y pasaban tendones en crudo. A las mujeres les enseñó a estaquear y coser el cuero del guanaco. A los hombres, a guanaquear -matar a los guanacos chicos, sacarles el cuero y sobarlos.

Nacía de esta manera uno de los mejores ejemplos del equilibrio entre la Naturaleza y el uso que los hombres hacían de ella.

 

XV

DE CÓMO LA BALLENA

LLEGÓ AL MAR

A todo esto, en la Isla Legendaria, Nóshtex -padre de Elal- enterado por el Cóndor de la nueva residencia de su hijo, envió a su hermano Gosye a que devorara cazadores y criaturas, por creer que así se liberaría de Elal.

Para lograr su cometido, Gosye llegó a la Patagonia convertido en una gigantesca ballena llamada Góos. En vez de aletas tenía patas muy cortas, por lo que se le hacía difícil caminar con ligereza. Por esa razón prefirió quedarse en un cañadón, próximo al mar.

Todo bicho que pasaba cerca era comido por ella, ya que no sabía distinguir a Elal de las demás criaturas. A su panza iban a parar: zorros, guanacos, zorrinos, paisanos, pájaros; todo lo tragaba. Se perdían muchos Chónek; salían al campo a cazar y no volvían nunca más al toldo. Se los tragaba con montura y todo.

Así estaban las cosas cuando fueron a pedirle a Elal que los ayudara a encontrar a los paisanos que no regresaban.

-¿Qué es lo que pasa? -se preguntaban-o Estamos perdiendo a la gente.

Cada paisano que salía al campo no volvía más.

-Yo sé lo que pasa -dijo Elal-, mañana iré a ocuparme. Mientras tanto, no se acerquen al cañadón.

A la mañana siguiente, los paisanos salieron a cazar Choiques, pero se mantuvieron lejos del cañadón. Como se esperaba, ese día la Ballena Góos estaba ahí, deseosa de tragarse a todo bicho que pasase caminando o al vuelo.

Elal se había convertido en Tábano y andaba dando vueltas alrededor de ella; la molestaba terriblemente. Con agilidad le picaba los ojos, la boca. Góos se quejaba diciendo:

-¡Cclip_image014ómo me molesta esta Mosca! Cuando se aproxime me la voy a tragar.

Y así fue, se tragó a Elal convertido en Tábano. Pero Elal no se murió dentro de la Ballena. Para incomodarla más todavía, le picaba la panza, los pulmones y las tripas.

La Ballena, visiblemente molesta, se puso a caminar, porque al hacerlo se movía la gente que había tragado, los que todavía estaban vivos dentro de ella.

-Ahora voy a caminar, a ver si se muere ese Tábano -decía Góos.

Pero apenas dejó de hacerlo, el Tábano volvió a picarla, esta vez en el corazón.

Entonces, sintió que Elal hablaba dentro de ella con los paisanos que todavía estaban vivos.

-¡Qué lástima, yo entré sin cuchillo! ¿Nadie tiene uno? -escuchó que decía.

Un paisano le entregó el suyo.

Ya convertido en hombre, Elal tomó el cuchillo de piedra y con él abrió la panza de la Ballena. Salió primero y ayudó a los demás a escapar. Los pobres paisanos que salían estaban medio muertos; algunos se salvaron. Caían como borrachos cuando lograban huir de ahí dentro. Los que habían estado una noche nomás, esos se salvaron. Elal sacó fuera a los que estaban vivos, y a los muertos también.

Después de todo lo sucedido, Elal tomó a la Ballena Góos y la metió en el mar. ¡Que se fuera a vivir allá, donde todavía está!

 

XVI

EL ANCIANO

TAKAURR

Así se iban dando las cosas por la Patagonia. Los animales estaban distribuidos en ella; los bosques rebosaban de vida; los Chónek gozaban del Guanaco, su inagotable fuente de alimento y vestimenta. Elal se veía satisfecho por su creación y disposición de lo hecho. Constantemente acompañaba a grupos de cazadores para enseñarles mayores detalles y trucos de cómo hacerse de Chulengos y Choiques.

A todo esto, el padre de Elal-Nóshtex-, a raíz del fracaso de su hermano Gosye ya convertido en Ballena, decidió ir personalmente a la Patagonia para terminar de una buena vez con la amenaza que representaba su hijo. Para eso, el gigante se transformó en un anciano curandero llamado Takaurr. La mejor forma que tenía él de acercarse a su hijo sin ser descubierto era ganándose la confianza del cazador fiel al héroe mítico. Este se llamaba Wekne; era el símbolo de la lealtad y el valor entre el pueblo Chónek.

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El legendario cazador, persiguiendo una vez a un Chulengo herido, se internó en el bosque, tras la presa que ya creía segura. Allí se extravió y al salir, en el deslinde del bosque fue atacado por un feroz Puma que de un zarpazo le desgarró la garganta. Antes de caer, Wekne logró tender su arco y atravesar el cuello del Puma con una flecha que le dio muerte.

Herido, llamó a sus camaradas; tan sólo se le apareció un anciano desconocido que, después de alzarlo, se lo llevó a su cueva. Mientras marchaba cargando con el nativo al hombro, el viejo le habló en voz alta diciéndole que el Puma le temería, porque era fuerte y valiente como Elal. Profetizó que los Chónek gritarían el nombre de Wekne.

Ese día y esa noche, el cazador permaneció inconsciente en la cueva. Al amanecer, despertó, somnoliento, completamente curado. Asombrado, apenas si cambió palabras con el anciano curandero.

Cuando regresó con los suyos, contó la extraordinaria aventura que había vivido. Sin embargo, nadie le creyó -a pesar de su insistencia-, ni siquiera habiendo traído el cuero del Puma con la flecha clavada en su cuello, y la cicatriz que aquel le había causado con sus garras.

El brujo Takaurr apareció posteriormente en la toldería de los Chónek y ratificó las palabras de Wekne. El anciano les enseñó a los viejos el arte de curar las heridas y les entregó el talismán, atributo de los brujos.

Elal sospechaba del viejo curandero, pero nada podía hacer para desenmascarado ya que este era muy cuidadoso de cada paso que daba.

Como Takaurr no lograba ganar la confianza de su hijo, convocó a uno de los Malos Espíritus para que lo ayudase.

Vino Máip, quien aletargó y durmió con su aliento helado a Terr-Werr, la "abuela" del héroe.

clip_image018Esta permaneció dormida mucho tiempo.

Cuando trascendió la fama de los milagros que realizaba el brujo Takaurr, Elal fue a su encuentro para pedirle que sanara al Tucotuco. El anciano cumplió de inmediato con el mandato de Elal. El roedor, apenas abrió los ojos, descubrió la verdadera identidad del brujo, pues advirtió que cuando este se asomó a la entrada de la caverna, todas las Nubes rápidamente se dispersaron por el firmamento, asustadas al darse cuenta de que en realidad Takaurr era el gigante Nóshtex, quien había dado muerte a la nube Teo.

El gigante se vio acorralado; temeroso de Elal, regresó por ayuda a la Isla Legendaria.

 

XVII

SHINTAUKEL

Shintaukel, el nativo impostor que bajo la protección de los gigantes trató de ocupar el lugar de Elal entre los Chónek, fue seducido por el brujo Takaurr y lo acompañó en su huida a la Isla Legendaria, cuando ambos se enteraron de que Elal había descubierto la superchería del anciano.

De allí regresó Shintaukel acompañado de un gigante que lo protegía, volando en alas del Chimango. Pronto se incorporó a las tribus diciendo que venía a deshacerse de Elal y que este, por temor, rehuía enfrentarlo, alejándose con

grupos de cazadores.clip_image020

El primer encuentro entre ambos tuvo lugar junto al lago Cardiel. Shintaukel hirió a traición a Elal, aprovechando que este creyó hallar a su camarada, a quien suponía extraviado. Alegremente Elal quiso abrazar a su amigo, que lo apuñaló seriamente. Mal herido, Elal parecía caer, cuando apareció un grupo de Pumas hambrientos.

Los Chónek que presenciaban la lucha, convencidos de que su héroe sería devorado, corearon entusiasmados el nombre de Shintaukel, aclamándolo como el nuevo héroe de los hombres. Tras aniquilar a los Pumas, ambos contrincantes se buscaron afanosamente sin poder encontrarse. En ese lapso, Elal recuperó sus fuerzas, y cuando volvieron a trabarse en lucha, logró imponerse fácilmente dominando al

impostor, en el mismo instante en que los nativos volvían a gritar su nombre.

Durante el segundo encuentro, Elal vio que detrás de las montañas asomaba un gigante. Creyendo que su adversario era uno de los monstruos que lo perseguían, maniató a Shintaukel y lo llevó a una caverna. Tras meditar en lo sucedido, pensando que su prisionero era realmente un gigante -y no su camarada-,

Elal le sacó el corazón en presencia de su "abuela" Terr-Werr. Ella le reprochó semejante proceder, haciéndole notar que los gigantes tenían el corazón de piedra y que su vencido no. Mas el héroe, exasperado, desoyó los consejos de su "abuela" y terminó por comerse el corazón de su contrincante.

clip_image022Cuenta la leyenda que, mientras luchaban frente al lago Cardiel, gotas de sudor de ambos héroes salpicaron las aguas del lago, y desde entonces estas son amargas y con un fuerte sabor a sudor. Otras gotas que salpicaron los alrededores, originaron los extensos guadales, tierras estériles, donde no crece ni una brizna de pasto.

La zona donde tuvo lugar la lucha, era poco visitada por los Chónek, quienes rehuían internarse en esa región.

Ciclo Humano

XVIII

LA PARTIDA DE

ELAL

Con todo esto, Elal se sentía solo y sin compañía por parte de los Chónek. Le pareció que estaba todo concluido.

Amargado por los desengaños sufridos, descendió de la cueva, reunió a sus fieles camaradas y por tres días y tres noches permaneció con ellos en tomo a las hogueras, adoctrinando a los Chónek antes de despedirse de ellos.clip_image001

Les prohibió que le rindieran homenajes. No debían tener altares ni ofrendarle sacrificios de ninguna especie; tampoco debían darse a la profecía ni a la adivinación. De la misma manera les pidió que mantuvieran las tradiciones y que las transmitieran a las nuevas generaciones de Chónek.

Culminada su tarea en la Patagonia, Elal decidió alejarse para siempre. Reunió a los Cisnes; se subió al lomo del más arrogante y en bandada rumorosa fue a través de los mares, hacia el Este, allá donde se une el mar con el cielo, descansando en islas que surgen de las olas alcanzadas por sus flechas invisibles.

En esas misteriosas islas, el héroe aguarda a sus queridos Chónek. Ahí los cazadores, frente a hogueras que arden sin necesidad de echarles leña, han de narrarle a él los episodios de sus propias empresas y proezas.

XIX

WENDEUNK

Cuando Elal se alejó de la Patagonia, quedó entre los grupos de cazadores un espíritu tutelar que los guiaba y vigilaba. De nombre Wendeunk, el espíritu bueno de la raza, algo así como el ángel guardián de los Chónek.

Los paisanos llamaban Wendeunk a una entidad espiritual totalmente opuesta a los malvados Máip y Kélenken, pues Wendeunk, sin ser visto, guiaba a los niños desde que nacían, hasta la muerte.

Wendeunk sclip_image003iempre estaba alerta para ayudar a los hombres a sortear los malos trances de la vida, pero los Chónek debían ayudarlo, ya que este genio bondadoso, por sí solo nada podía hacer contra los Malos Espíritus.

Wendeunk acompañaba a los muertos hasta el sitio donde los aguardaba Elal, y le contaba a este todo lo bueno y lo malo que el Chónek había hecho en su vida: si había cazado muchos Pumas, si había guerreado con valor, si había tenido hijos, y especialmente si había enseñado a sus descendientes las tradiciones y los hechos gloriosos que Elal realizó en la Patagonia.

Las aves, entregadas a sus tareas en las lagunas al atardecer, anunciaban a los Chónek la presencia de Wendeunk rondando los toldos. Los ancianos aprovechaban esta situación para cumplir con el mandato de Elal, y narraban a los pequeños las tradiciones de la raza, en tanto que los hombres se preparaban para una cacería nocturna de aves. Esto lo llevaban a cabo en las lagunas donde no estuviesen ni el Flamenco ni el Cisne. Los Patos y Cauquenes eran amigos de las aves sagradas, y matarlas en presencia de ellas les traía mala suerte.

Los Chónek se retiraban a los toldos cuando las ráfagas de viento apagaban las antorchas de cacería. Creían que el espíritu bondadoso les negaba su protección; y que entonces, Máip aprovecharía para correrlos.

XX

KÉLENKEN

y AXSHEM

Dos de los más siniestros espíritus de la Oscuridad eran Kélenken y Axshem.

El pueblo Chónek era mortificado por Kélenken. Apenas nacía una criatura, ya trataba de hechizarla. En los partos difíciles se le aparecía a las madres para beberse sus lágrimas. La mayoría de los dolores losclip_image005 generaba Kélenken, especialmente las enfermedades que causaban fiebre y delirios. Si eso ocurría, seguro que momentos antes alguien de la toldería aseguraba haberlo visto riendo, mientras agitaba sus alas.

Se trataba de un gigantesco Chimango negro. El rostro era humano, pero provisto de pico en vez de nariz y boca. Sólo los brujos tenían la capacidad de ahuyentarlo mediante sus extraños exorcismos.

También estaba Axshem. A él se le atribuían desde los dolores agudos, hasta el cansancio. Solía introducirse en el cuerpo de los animales.

Los efectos de una rodada, de un golpe, una quemadura infectada, una espina fieramente clavada en la piel, siempre eran atribuidos al perverso Axshem. Había sólo una señal que indicaba cuándo iba a enviarles alguna calamidad, esta era: abandonar la fuente de Kooing, lugar donde vivía rodeado de emanaciones sulfurosas pestilentes.

Los más valerosos, cuando creían que Axshem estaba por salir de la fuente –en virtud del ruido que hacían las burbujas al estallar sobre el agua-, le arrojaban piedras, flechas y elementos agudos, con el propósito de atemorizarlo.

 

XXI

SETKRE

clip_image007Cuando Wendeunk acompañaba a los Chónek más allá del océano, estos se quedaban a vivir con Elal. Las estrellas -Setkre- son la representación de los muertos que obtenían permiso de Elal para permanecer en el espacio con templando a sus parientes. Estando allí arriba, no sufrían dolores ni sentían fatiga.

Cuentan los ancianos, que las constelaciones australes en el cielo eran montones de plumas de Choique o Ñandú que iba dejando un cazador poco experto, al cual se le escapaba el Ñandú que huía saltando en una sola pata, pues la otra estaba un poco más allá. Señalando el cielo, indicaban la Cruz del Sur.

Bibliografía

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             - 1969: "Hierofanías y concepciones mítico-religiosas de los Tehuelches meridionales", RUNA, vol. XII.

Autores

SERGIO HACHEwendeunk@yahoo.com.ar

Es intérprete ambiental: concientiza a niños y jóvenes sobre la importancia que tienen las actitudes cotidianas en la conservación del medio ambiente natural y humano.

Interesado en la sabiduría de los pueblos nativos de la Patagonia, dedicó varios años al estudio y compilación del conocimiento que los diversos pueblos aborígenes de la Patagonia tenían -y tienen- de la relación hombre-naturaleza y recursos.

Vive en San Carlos de Bariloche, donde dicta cursos, talleres y seminarios a niños, adolescentes y docentes.

SILVIA MARTÍNLos Paraísos 340; Villa Adelina; 1607 Bs. As.

Ilustra libros infantiles y didácticos, desde muy joven. Fue alumna de pintores importantes, como Jean Josse" Julio Barragán, Víctor Chab y Guillermo Roux; trabajó para varias agencias de publicidad. La firmeza de su trazo da a sus dibujos un tipo de precisión que potencia las expresiones y convierte lo explícito en mágico. Vive en Vicente López, provincia de Buenos Aires.